Han tocado nuevamente a mi puerta
y esta vez he respondido.
He explorado por años mis abismos y mis cumbres
llevando en mi morral,muchas veces,
como única reserva
mi determinación y mi intelecto...
y ni tanto.
He llegado a convertir mi viaje en un laberinto
y éste
en un destierro.
Prisionero intermitente de mí mismo,
enredado en los reflujos incontables
de un juego de espejos enfrentados.
Y Vos me rescataste.
Por abducción.
Te he estado llamando,
te presentía.
He podido vislumbrarte a través de una claraboya
-.no tu forma, tu fragancia-
sin saber cómo juntarnos.
En mis afanes de encontrar a Dios en cada criatura
he llegado a Vos...
y te prefiero.
No sin culpas.
Me quedo con tus manos
suaves, prolijas, competentes...
sabias.
Con tus ojos, tu sonrisa, tus cabellos,
con la piel de tus hombros;
con tus genitales de niña-adolescente.
Con tu vientre.
No sin culpas.
Elijo tus proyectos, tus promesas, tus susurros
y hasta tus vacilaciones.
Sospecho que mi Baba sonreiría
sin comprender la razón de mis distingos.
Marcelo Podestá