Como el suelo de la antigua Ileón
escenario de las míticas batallas
entre aqueos y troyanos,
entre Héctor, Aquiles, Agamenón...
Como la Palestina bíblica
donde Jacob reclamó ser bendecido,
después de horas de contienda
con el Ángel el Señor.
Como la leyenda de Josué en Jericó;
el sitio que en la séptima jornada,
al son de las trompetas,
las murallas derribó.
Como el espíritu helénico
que oraba de pie ante su dios,
tributándole respeto
pero no genuflexión
Así ha de ser mi alma.
No el alma que se estanca
en tiempos circulares;
ni la del sometido
ni la de aquel que espera.
Sí el alma que comulga
con esa breve calma,
preludio de otra guerra.
No quiero que la Parca me sorprenda
sino que las Walkyrias me arrebaten;
y aún, cuando me llegue ese momento,
disputarles mi alma en un combate.
Vida, pasión:
dejadme encadenar al cancerbero
que cuida mi razón y mi cordura;
dejadme navegar por el estrecho
que bordea el genio y la locura.
Muerte:
detente.
Seré franco:
me queda, por vivir, tanta vehemencia;
me falta transmutar tanto dolor.
Marcelo Podestá